Goya y Giacometti. Nada mal para una mañana.
En una mañana nos hemos zampado dos exposiciones gigantes. No muy grandes en tamaño, sino en contenido.
National Gallery: Goya
Primero nos dirigimos a la National Gallery; siempre divertido porque nos encontramos a los antiguos compañeros de las audioguías y nos reímos un poco.
La National Gallery ha reunido un conjunto de retratos pintados por Goya a lo largo de su carrera. Al estar ordenada cronológicamente percibimos la historia de España a través de la gente a la que retrataba. Goya gozó de éxito de manera temprana y tuvo comisiones para retratar a toda la aristocracia española en tiempos de Borbones y franceses durante la ocupación del imperio napoleónico.
El trazo super personal de Goya, que muestra la personalidad del retratado, o al menos la opinión clara de Goya sobre ellos, está presente desde el primer retrato hasta el último. Sin pudor, Goya pintó a Borbones feos, a aristócratas avaros y codiciosos, al nuevo gobernante francés con aire altivo… y sin embargo, todos rendidos a su maestría pictórica. Las texturas de los ropajes en contraste con los fondos oscuros azuzan nuestro entusiasmo. Sabemos lo que sentiríamos si pudiésemos tocar esos vestidos. El famoso retrato de 1797 de la Duquesa de Alba, vestida con el traje tradicional de la época, es una muestra de ello. Sin duda el retrato que más nos ha gustado fue el autorretrato con el Doctor Arrieta, de 1820. Aparece un Goya moribundo recibiendo los cuidados del doctor que le salvó la vida. Fue un regalo en agradecimiento.
National Portrait Gallery: Giacometti
La National Portrait Gallery acoge una exposición de retratos en pintura y escultura de Alberto Giacometti. Es pequeña y precisa. Me gustan las muestras así. Enseña su evolución desde que estudiaba en París, buscando su estilo, hasta sus últimos retratos en bronce donde su impronta se ve de lejos. Fue curioso descubrir como el artista cambiaba de estilo según el lugar donde se encontrase. Así, cuando trabajaba en su estudio de París, jugaba más con la asimilación del entorno sin basarse en la realidad y en su casa familiar en Suiza volvía al mimetismo de la naturaleza.
Como siempre, sus esculturas de personas anónimas estilizadas hasta el infinito, con pies desproporcionadamente grandes y con un moldeado basto y sin forma, fueron mis favoritas. Creo sinceramente que las suyas también. Pudimos disfrutar también de los retratos a lápiz y a óleo de su hermano y su mujer; obras que no se encuentran en conjunto muy a menudo y merece la pena conocer.
Me paro a pensar en el importante papel que tienen los comisarios en un museo. Este tipo de exposiciones ayudan mucho a comprender a un artista, la época en la que vivió y su estilo personal. Me gusta más ver este tipo de muestras temporales que una obra suelta y descontextualizada en las salas de las colecciones permanentes. El concepto de comisario está cambiando a grandes zancadas y me temo que su papel como agente en el mundo del arte se está diluyendo bastante. Son los encargados de abrirnos los ojos al subjetivo mundo de los artistas y considero esto un rol vital para la supervivencia y la difusión del arte del pasado y del presente.
Música
Y ahora, lo que queda de este otoñal domingo, lo voy a dedicar a adecentar mi hogar con la compañía de mis gatos londinenses. Y música… ¿Qué pongo?
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