El arte feminista, como movimiento, nace en los años 60 del siglo XX y va cogiendo forma y fuerza a lo largo de los años hasta llegar a los días de hoy. A través del tiempo, fue mutando y depurándose conforme a los nuevos conceptos y sentimientos, que se van analizando y asimilando de manera natural en la sociedad. El arte feminista es una parte intrínseca del movimiento feminista. El arte existe porque existimos, por lo tanto, el arte feminista existe porque el feminismo existe.
Puede resultar confuso que exista un movimiento artístico denominado de esta manera, porque no se trata de un grupo de personas haciendo arte con un estilo común. Desde las primeras vanguardias, el mundo del arte se ha habituado a que los -ismos vengan acotados por técnicas, estéticas o conceptos que un grupo de personas adoptan en un determinado momento y lugar. En el caso del arte feminista, se trata de un espectro mucho más amplio y transversal, llegando a artistas de toda clase de disciplinas, estilos, conceptos y territorios.
Estar, ser y mirar
El feminismo, una vez que se entiende y se valora, es una forma de mirar y estar en el mundo. Toda la personalidad y esencia de una persona se asienta sobre los preceptos que considera necesarios para su bienestar y felicidad, por lo tanto, para toda la población, es necesario sentar las bases de una manera de ser y estar feminista. Que persiga la igualdad entre hombres y mujeres, la cancelación de los estereotipos dañinos y la búsqueda de filosofías vitales menos violentas.
Teniendo clara la transversalidad del movimiento feminista, entendemos también la diversidad dentro de lo denominado “arte feminista”, puesto que no se trata de un tipo de arte, sino de una base para crear arte.
Para la académica Mónica Alonso, todo arte creado por una mujer debería ser considerado arte feminista. Se refiere a que toda artista asume y tiene su lucha personal para buscar su sitio en el mundo del arte, y teniendo en cuenta la desigualdad de la mujer con respecto a los hombres, todo lo que las artistas hagan, estarán haciéndolo bajo preceptos feministas.
Bajo ese prisma, podríamos meter dentro del movimiento a todas las mujeres artistas, pero no es el caso. A lo que alude el concepto de arte feminista desde los años 60, es el arte que plantea y pone de manifiesto las realidades a las que se enfrenta la sociedad con el sistema patriarcal y, más en concreto, a las desigualdades injustas e injustificadas que sufre la mujer desde que se tiene consciencia.
Hay muchas maneras de crear: muchas técnicas, estilos, grupos, realidades… Las artistas que crean arte feminista, dentro de todas las diferencias en tiempo, geografía y estilo, tienen en común un mensaje claro. La necesidad de comunicar, enseñar, demostrar y desmontar obliga a las artistas feministas a ser precisas, transparentes…
Explícitas
La denuncia y el reclamo no dejaron nunca demasiado espacio para la sutilidad. El mensaje debía ser tan claro que las medias tintas no podían tener cabida para este tipo de arte. Por eso, las artistas que crearon y crean bajo el prisma del arte feminista, hablan de manera transparente en sus obras, poniendo encima de la mesa datos, hechos, nombres y muchas veces fechas.
Resulta curioso pensar que el arte conceptual puro nació también en los años 60 del siglo XX y que, a los ojos del público, es uno de los movimientos artísticos más crípticos que existen. El arte conceptual no es antagónico al arte feminista. Por el contrario, este movimiento nació en contraposición al orden establecido, al igual que el arte feminista. Su naturaleza críptica se debe a la importancia de la esencia y de la idea frente al resultado de la obra de arte. Esto no es incompatible con las bases del arte feminista… ni siquiera con su carácter explícito.
Una de las más importantes artistas mujeres del movimiento conceptual es la japonesa Yoko Ono, que creó una de las obras feministas más categóricas y pioneras de los años 60.
Yoko Ono – Cut Piece
Yoko Ono se puso a disposición del público en un happening en el que entraban en juego ella, su ropa, unas tijeras y la voluntad del espectador. Fue tan evidente la violencia en las acciones perpetradas por los sujetos que tomaron parte en la acción como la incomodidad de la artista. En un alarde de generosidad, la artista conceptual dejó en evidencia la realidad social del año 64, machista y violenta. Resulta desgarrador pensar que a día de hoy este happening artístico sigue en vigencia.
Otra artista de los 60 y 70 del siglo XX que dedicó toda su carrera al activismo feminista fue Judy Chicago. Con un estilo muy ecléctico y personal, nunca quiso adscribirse a un movimiento en concreto. Hay quien la ubica en el arte conceptual, por época y la importancia de la idea como pieza artística; sin embargo, sus creaciones no se corresponden con la sobriedad que desprenden las obras de carácter conceptual. Judy Chicago elabora piezas que ensalzan a la mujer desde un punto de vista cultural y biológico.
Quiero crear imágenes en las que la experiencia femenina es el camino hacia lo universal, en lugar de aprender todo a través de la mirada masculina.
Esta frase la dijo en Interview Magazine en una entrevista con Gloria Steinem. Fue en el año 2017, cuando ya su carrera y su vida se reconocen como un hito en la historia del feminismo.
Para ensalzar la importancia y la presencia de la mujer en el mundo y en el arte, pone frente a los ojos de quien observa las diferencias básicas con respecto a los hombres, las corona y las ensalza. Así, Judy Chicago pinta y dibuja formas que recuerdan a vulvas y úteros, con colores vivos y formas curvas.
Recrea los genitales femeninos no con ánimo provocador sino enaltecedor. Los coloca donde los veamos, porque existen y resisten. La cultura misógina nos ha enseñado a ocultar en nuestra propia psique determinadas partes del cuerpo de las mujeres. No ocultarlas físicamente, sino en nuestro ser en general. No se habla, no se toca, no se estudia, no se mira.
Judy Chicago – Dinner Party
Se trata de la obra más famosa de la artista. Fue ideada y realizada entre 1974 y 1979. Es totalmente transparente y explícita, conceptualmente hablando. Una gran mesa en forma de triángulo está preparada para una cena. El lugar de cada comensal está ataviado con platos de porcelana con formas de frutas que recuerdan a vulvas y cada sitio lleva el nombre de una mujer histórica. Los manteles están bordados a mano.
Nada es casual:
- La forma triangular se asocia a la vulva. Durante décadas, unir las manos en forma de triángulo fue un gesto típico en todas las manifestaciones de carácter feminista.
- Los bordados y demás formas tradicionales de confección, junto con materiales orgánicos, son elementos muy usuales en el imaginario de Judy Chicago. Es una circunstancia motivada por la asimilación cultural de estas técnicas al universo femenino. La artista, lejos de menospreciar estas técnicas, las abraza mostrándole al mundo la grandeza de las mismas y la importancia de otorgarles el valor que tienen… al igual que a las mujeres. Identifica el sujeto con el estereotipo, elevando ambos en importancia y contenido.
Judy Chicago pasa a la historia como una de las más rompedoras artistas del arte feminista. Su legado ha hecho evolucionar tanto al arte como al propio movimiento feminista. Hoy en día, con la evolución del movimiento, las nuevas reflexiones y la conciencia de incorporar nuevos derechos, ha cambiado mucho la plástica y la imaginería.
La forma de triángulo y el enaltecimiento de la vulva se están sobrepasando para poder abrazar en el movimiento feminista al colectivo trans. De ahí retomamos el tópico citado al principio de que el movimiento feminista evoluciona y con él, el arte feminista.
Luz Darriba llega con fuerza al mundo del arte multidisciplinar en los 80 y desde entonces no ha cesado en su afán de reivindicación y denuncia a través del arte feminista. Abraza muy diversos estilos debido a la gran variedad de disciplinas en las que trabaja. A lo largo de su carrera podemos disfrutar de pintura, grabado, collage digital, instalaciones y macroinstalaciones, acciones performativas e incluso literatura.
Claudia Mandel, directora del Museo de las Mujeres de Costa Rica, dijo lo siguiente con respecto a las características del arte a partir de mediados de los años 70:
No creo pertinente en la actualidad considerar el arte en términos de movimientos o estilos. El arte en la postmodernidad es deslimitado.
Efectivamente, el arte de Luz Darriba no tiene más etiqueta que la de artista multidisciplinar, sin un estilo o movimiento concreto. Pero, por supuesto, abraza el arte feminista desde la raíz.
Sus obras son una manifestación continua. Nos coloca ante las injusticias sociales que sufrimos las mujeres de una manera explícita y didáctica. Nos muestra la invisibilización, como en Señales, la brutalidad y realidad en el blanqueamiento actual de la prostitución en Antropofagia, ¿vos sos caníbal?, o revisa el pasado equiparándolo al presente contándonos una historia real.
Luz Darriba – Delitos carnales. El heroísmo de María González
María González fue una mujer joven que denunció su violación en el año 1738. La había violado su jefe, un hombre con poder y dinero. Ella era su sirvienta.
Esta historia real fue recogida por Luz Darriba y mostrada al público en formato de instalación.
- En una pared blanca, 17 lienzos blancos de 22 x 16 cm fueron intervenidos con diversos materiales. Plástico, hilo negro, telas, rotuladores… algunos tienen palabras escritas relacionadas con el caso, levemente veladas por los materiales, otros llevan impresas copias de los escritos del S. XVIII con dibujos hechos por la artista superpuestos.
- Creó una pieza sonora que simula la voz de María contando su historia y sensaciones. Un audio de gran impacto donde Luz Darriba recreó no solamente la voz de esta víctima, sino la de todas las víctimas de violación. Siguen sumándose día tras día.
- Además, realizó una intervención en la pared, donde la historia de la víctima es contada de manera reiterativa con letra manual, uniendo todas las piezas.
Se trata de una instalación reciente de la artista y se suma a una larga trayectoria de obras que cuentan historias cotidianas de injusticia y desigualdad.
Revisar la historia para tener perspectiva es algo que muchas artistas feministas hacen. Necesitamos de esto para poder conocernos y reorganizar nuestra realidad. La artista española María Gimeno se ha atrevido mediante video y performances a revisar la propia historia del arte. Trata de visibilizar a mujeres invisibilizadas, olvidadas o vetadas.
María Gimeno – Queridas viejas
En el 2014, María Gimeno se armó con el cuchillo más grande que tenía en su cocina y reescribió el libro de historia del arte más vendido de la historia: La historia del Arte de E.H. Gombrich.
La primera vez que leí este libro, La historia del Arte de Gombrich, tenía 21 años. Entonces, no me di ni cuenta de que en sus más de 600 páginas, no hay ni una sola mujer artista.
Durante casi dos horas, María Gimeno se dedica a hablar de historia, de artistas y de silencios. Con el cuchillo corta los hilos que cosen el libro para incorporar páginas perfectamente maquetadas con la tipografía y la colocación de fotos del libro original. En esas páginas van las biografías y obras de artistas mujeres que existieron, que vivieron del arte y que la historia no les ha hecho justicia por el hecho de ser mujeres.
Esta obra, además de explícita, es un auténtico terremoto para nuestra conciencia. Hemos tenido ese libro de cabecera desde hace más de 70 años. Es un libro más que asimilado como correcto y fidedigno. Es “La historia del arte”. Así, genérico. Y María Gimeno pone de manifiesto en 2014 que todos los artistas que se incluyen en él son hombres blancos.
La necesidad de tener referentes es un tema que cada vez se toma más en serio y, en el caso de las mujeres, es una asignatura en la que se trabaja día a día en todos los contextos del feminismo.
Las artistas que se adscriben dentro del arte feminista buscan e investigan referentes dentro del movimiento. Por eso destaco al principio del artículo que no se trata de un movimiento estilístico, sino que es una corriente transversal, una forma de entender y estar en el mundo.
La artista polaca Bogna Burska busca la visibilidad y la visceralidad del imaginario femenino a través de lo orgánico, al igual que otras artistas compañeras.
Busca hacer reflexionar a quien mira sus obras dejando temas abandonados a la ambigüedad, aunque, en realidad, solo puede haber un punto de vista lógico. Lo hace a través de instalaciones, pintura, videos y fotografía.
Destaca por su perseverancia en el color rojo, que simboliza muchas veces lo orgánico, lo natural y lo femenino de la sangre menstrual y, otras veces, la violencia y muerte.
Bogna Burska – Blood Corridor
En 2001, durante una exposición de trabajos de los estudiantes de un taller de Leon Tarasewicz en el Centro de Arte Contemporáneo de Varsovia, Burska construyó un pasillo casi enteramente cubierto de sangre. La sangre corría hacia abajo en las paredes blancas y a través de tres pares de manos de hombre y de mujer. La artista generó una confrontación en la audiencia que desencadenó incluso en peleas al no dejar claro quién era el opresor y quién la víctima.
Este tipo de proyectos que abren debate y controversia van dejando una huella en la sociedad. Poco a poco se toma conciencia o, por lo menos, eso es lo que pretenden las artistas que aquí expongo.
El arte feminista es tan necesario como el movimiento general feminista. Porque mientras existamos, el arte existe.